A medida que avanzaba el combate, la dinámica cambió drásticamente en el cuarto asalto, donde Artur Beterbiev, el campeón indiscutible, comenzó a mostrar su ferocidad. A pesar de que Dmitry Bivol lograba mantener la compostura en los primeros rounds, la intensidad de los golpes de Beterbiev empezó a impactar, debilitando a su oponente conforme el combate se acercaba a su clímax. La clave del enfrentamiento se hizo evidente en los últimos tres asaltos, donde Bivol, visiblemente afectado, se desvaneció ante la presión del poderoso boxeador.
Durante esos decisivos asaltos finales, Bivol apenas logró lanzar contragolpes efectivos. La calidad de sus golpes, que al inicio del combate se caracterizaban por su rapidez y precisión, disminuyó considerablemente, revelando el daño que había acumulado. Cuando finalmente se decidió a atacar, sus movimientos parecían carecer de energía y brío, resultado directo del castigo recibido a lo largo de la pelea.
Hasta el décimo asalto, las tarjetas estaban empatadas, pero el empuje final de Beterbiev fue fundamental para alcanzar la victoria. La tensión del combate se mantuvo constante, reflejando el frío implacable de la estepa siberiana, y el público pudo sentir la entrega de ambos boxeadores en cada golpe. La elegancia de Bivol en los primeros asaltos fue digna de elogio: su movilidad y juego de piernas contrastaban con la presión incesante que Beterbiev impuso en los momentos decisivos.
En resumen, la victoria de Beterbiev, el campeón indiscutible, fue justa, aunque ajustada, destacando su capacidad para adaptarse y crecer en el transcurso de la pelea. Este combate no solo fue un testimonio del talento de ambos boxeadores, sino también un emocionante capítulo en la categoría de peso semipesado.