Por: Francisco Marte
Soy de los que piensan que el periodismo dominicano, como pilar esencial de la democracia, debería estar en constante evolución, adaptándose a las nuevas dinámicas sociales, tecnológicas y culturales. Sin embargo, persiste un obstáculo que entorpece su crecimiento: el gremialismo rancio. Este fenómeno no solo representa un ancla para el desarrollo del oficio, sino que además distorsiona las prioridades del ejercicio periodístico y perpetúa prácticas que ya deberían estar superadas.
El gremialismo rancio se manifiesta en el aferramiento de varios dirigentes, que han convertido el Colegio Dominicano de Periodistas en su fuente de subsistencia económica y comercial, donde la lucha por cargos dentro del colegio de periodistas parece ser más importante que la defensa de la ética, la actualización profesional o la protección real de los trabajadores de la prensa. La política de pasillos, el clientelismo interno y la reproducción de liderazgos que se reciclan entre las mismas figuras durante décadas son síntomas claros de esta decadencia.
Nuestro colegio en lugar de convertirse en una plataforma para el fortalecimiento de las competencias, la innovación y la protección colectiva se ha convertido en un club social para que algunos dirigentes salgan a buscar recursos en instituciones públicas y privadas para su beneficio e intereses personales: viajes, dietas y espacios de influencia, ha sido el modo operando de los que estan aferrado al CDP.
Lo más preocupante es que los representantes de ese gremialismo obsoleto quiere seguir perpetuo, en unos candidatos títeres, sin personalidad ni experiencia gremial, porque ellos solo buscan tener a personeros a frente del CDP, con una mentalidad de complacencia, para seguir viviendo del CDP desde la sombra.
El miedo a la transformación gremial de los que se creen dueños del colegio, y que nos ven a los jóvenes periodistas, como amenazas al orden establecido por ellos, con una actitud de apatía y desafección ha provocado que muchos colegas simplemente ignoren la existencia del gremio o los vean como una estructura irrelevante.
Nuestro gremio necesita con urgencia una renovación generacional y de principios éticos. Es hora de enfrentar ese gremialismo rancio y apostar por una organización vivas, modernas, transparentes y realmente comprometidas con la defensa del periodista y la calidad del periodismo.
Los gremios no deben ser refugios de privilegios ni trincheras de poder personal; deben ser espacios de formación continua, de solidaridad real y de transformación.
Mientras sigamos tolerando que estos grupos sigan viviendo del gremio, nuestro colegio, y el periodismo dominicano seguirá arrastrando lastres que lo hacen más vulnerable ante los embates de la desinformación, la censura sutil y las condiciones laborales precarias.
Para mí el cambio y la transformación no solo es deseable: es imprescindible.